sábado, 23 de abril de 2016

Qué le pido a un buen libro.

¿Qué qué le pido a un buen libro?
Básicamente, respuestas. O aproximaciones. Destellos y guiños, evocación y reconocimiento. Encontrarme con ese párrafo que llevaba tanto tiempo pensando y no sabía verbalizar, asomándose a mis labios como tantos besos que no damos: la lectura como epifanía. 

Espero de un libro que me ilumine y reconforte, con la fe ciega de un no creyente. Encontrar belleza, consejo, consuelo y sosiego. Que me enseñe, que me arguya, que me excite, que me estimule, que me corrija, que me levante. Que me deje asomarme en sordina a los trágicos elementos de la existencia y amplifique las nobles acciones de las que en nuestra fragilidad como hombres somos capaces.

Busco en un libro reconocerme, saberme parte de un todo. Que sugiera perspectivas y me haga sentir empatía por ese pobre crío y hasta por el más vil de los villanos. 

Le pido a un libro que aumente mi experiencia, mi capacidad de comprender, como ocurre al viajar, con las costumbres de otros pueblos y sociedades. Vivir otras vidas posibles. Solo. Contigo.

Quiero que huela, que manche, que se deje horadar por un marcapáginas o doblar por las esquinas y me muestre por qué manos ha pasado. Las tuyas. Las mías.

Que me entretenga, por supuesto. Que me ayude a pasar el rato. Y si llega ese desasosiego que provoca el final que se aproxima, y que sólo es tangible en un libro con el paso y peso de sus páginas, mucho mejor. Quiero despedirme de él con melancolía.

Que sea apetecible, útil, placentero y bueno. Que valga la pena. A veces encontramos placer en algo muy rudimentario, pero el placer siempre es mayor en lo elaborado con arte, con maestría. Cuando lo que leo me entretiene pero no aporta mayor valor, ni se me ocurre releerlo. Y sólo a un buen libro se recurre. 

Le pido que me cree problemas. Que me desvele. Que me invite a ponderar, reflexionar, y si lo cierro con una sonrisa, aunque sea de pura lascivia, incluso mejor. 

Le pido esto a un buen libro. ¿Sólo eso?

lunes, 25 de enero de 2016

París-Austerlitz, Rafael Chirbes Imperecedero



Dejo todo de lado y me sumerjo en la última novela de Rafael Chirbes, "París-Austerlitz".

A veces la vida nos da sorpresas maravillosas, y cuando uno ya no esperaba volver a encontrarse con alguien, ese alguien aparece de forma imprevista, con toda su luz y vitalidad, como si nunca se hubiese ido.

La muerte de Rafael Chirbes supuso un duro varapalo para todos los que amamos su obra, pero la aparición este 13 de enero de su novela póstuma ha sido uno de esos regalos maravillosos, un gran reencuentro.

Chirbes se pasó veinte largos años escribiéndola, abandonando y retomando su escritura intermitentemente. La verdad es que su publicación arroja serias dudas sobre si finalmente dio por terminada la novela (aparentemente la entregó a sus editores en mayo del año pasado, a pocos meses de su muerte) o ésta ha sido publicada precipitadamente, aprovechando su fallecimiento, de la misma manera que ocurrió con "2666" de Roberto Bolaño.

Las dudas se disipan con la lectura de "París-Austerlitz", no echo nada en falta en ella. Es una novela redonda, todo Chirbes en esencia. Oscuro, intenso y directo como todo en él. Me recuerda profusamente a "Mimoun", su primer novela. Aunque es completamente distinta a las anteriores. He disfrutado muchísimo, como con cualquier otra de sus novelas, pero con el añadido de que en ésta aborda sin concesiones el tema del amor y la pasión como nunca antes lo había hecho.

Es una historia de amor entre dos hombres de edad y clase social dispares, la búsqueda del amor como redención. La historia se nos narra en la antesala de la muerte de uno de ellos, aquejado de sida. La pasión y la ilusión iniciales dan paso a los celos y reproches. Lo que antes se loaba ahora se denosta. Lo que antes reconfortaba ahora molesta. Y como en cualquier historia de amor, como en cualquier guerra, hay vencedores y vencidos. Ya todo ha sucedido y es imposible dar marcha atrás en el tiempo y volver al principio. ¿Podemos querer que alguien siga siendo nuestro y a la vez querer mantenernos fuera de su alcance?

Si lees a Rafael Chibes, lo amas o lo odias. He intentado recomendarlo a varias personas que han salido totalmente decepcionadas, pero son muchas más las que compartimos pasión por este escritor tan poco reconocido por el gran público: con permiso de  Juan Marsé y Javier Marías, posiblemente el mejor escritor de nuestro tiempo.

"París-Austerlitz" sería una buena forma de acercarse a la obra de Chirbes, y te recomiendo encarecidamente leer "Crematorio" y "En la orilla", ambos Premio de la Crítica Narrativa y una magistral crónica de nuestro tiempo.

Lamentablemente ya no habrá nada nuevo de Rafael Chirbes, pero siempre quedará volver a su obra. Yo pienso hacerlo siempre que se me permita.


jueves, 7 de enero de 2016

Instrumental, de James Rodhes. "La música clásica me la pone dura".

"La música clásica me la pone dura". Así de gráfico empieza James Rodhes su autobiografía.

Este londinense de cuarenta años se ha convertido en un concertista de éxito y en un gran impulsor del acercamiento de la música clásica al gran público, liberándola de convencionalismos, protocolos y artificios. Y sí, si nos atenemos a su biografía, la música clásica le salvó la vida.

El libro se compone de veinte capítulos llamados temas y un epílogo, cada uno de ellos presentado por una pieza musical, elegidas por su relevancia o preferencia. Con ellas Rodhes propone soluciones a la "degradación descafeinada e interesada de la industria de la música clásica" e intercala en medio de todo esto la historia de su vida, una vida "que demuestra que la música es la respuesta a aquello que no la tiene".

"Instrumental" viene acompañado de una lista de reproducción en Spotify, con cada una de las piezas propuestas.
He de reconocer que mi cultura musical clásica es nula, pero con la lectura de este libro he descubierto un mundo nuevo y por explorar, así que ya le he sacado mucho más provecho que a otras lecturas.

El relato de la vida de Rodhes es un relato cruel, durísimo, demasiado explícito para estómagos sensibles. Sólo recuerdo una sensación similar de asombro, miedo y asco leyendo "American Psycho", de Breat Easton Ellys, y salvando las distancias, el relato de Rodhes es real. Tan real y explícito que su exmujer litigó para prohibir su publicación, prohibición que no consiguió para beneficio de nosotros, lectores.

Rodhes fue violado sistemáticamente desde los cinco años, se prostituyó, se drogó indiscriminadamente, intentó suicidarse cinco veces, estuvo internado en psiquiátricos, estaba incapacitado para las relaciones personales y en definitiva, para la vida. Pero la música clásica se cruzó en su vida. Y la historia tiene un final feliz.

Es un libro magnífico, con una historia sobrecogedora pero vitalista y entusiástica. Nos hace reflexionar y mucho. Inspira, conmueve y reconforta. Muestra sin tapujos, enseña, y uno aprende.
Yo creo que memorizaré el tema diecinueve enterito, menuda lección de vida.

miércoles, 30 de diciembre de 2015

Buenos própositos




Otro año que se nos va y uno nuevo que ya asoma. Por estas fechas, al igual que a finales de agosto, Planeta de Agostini, RBA y Salvat nos recuerdan que tenemos otra oportunidad, que podemos empezar de cero, borrón y cuenta nueva.

Esas colecciones que nadie acaba son como tantos otros de nuestros propósitos. Ya sabes de qué te hablo: esas cuotas de gimnasio, la matrícula de la Uned, las zapatillas sin mácula en el armario, las resacas recurrentes y el manual de chino en el cajón.

Decía Goethe que una vida sin propósito es una muerte prematura, y en mi caso se está escapando en continuas aspiraciones. Así y todo y aún a riesgo de inconstancia y dejadez, me propongo firmemente dejar constancia en este blog de todo aquello que me interese en este año que empieza, de aquello que me conmueva o tan sólo no me haya hecho perder el tiempo. Y si a ti te sirve de algo, objetivo cumplido.

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